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El ruido, un peligro ‘silencioso’ y letal

Todo el mundo es consciente de que un gran impacto puede causar un gran daño. Esas imágenes de personas aturdidas, incluso sangrando, tras una explosión se nos han quedado grabadas a través de las películas y las noticias.

Ana I. Rodríguez Salegui - Foto: Jesús Umbría
Ana I. Rodríguez Salegui - Foto: Jesús Umbría

Todo el mundo es consciente de que un gran impacto puede causar un gran daño. Esas imágenes de personas aturdidas, incluso sangrando, tras una explosión se nos han quedado grabadas a través de las películas y las noticias. No lo somos tanto del daño de la continuidad del ruido. De cómo esas intensidades moderadas, e incluso leves pero constantes pueden acabar destrozando nuestros nervios, machacando nuestra salud mental.

Seguro que más de una persona está pensando, “pero si a mí me ponen la verbena de las fiestas a 400 metros de casa y no es para tanto”. Ya. Hay una diferencia importantísima con otros tipos de ruido incluso más, en teoría, llevaderos por su intensidad. Tú sabes que las verbenas acabarán exactamente cinco días después de su comienzo. Por eso, a pesar de que en estos momentos se te olvide que esas cinco noches te tapas los oídos con la almohada desesperado mientras invocas la imagen de la mitad de la familia del consistorio, se te hace llevadero. Porque sabes que se acaba.

En otros casos no es así. Escribo este post bajo el atronador taladro de las obras del vecino de arriba. Hasta la semana pasada fueron martillazos y golpes. Cuando paran me deleitan con un atronador reggueton que me provoca ganas de subir y lanzar la radio por la ventana. Se la haría comer, pero me consta que es delito. A pesar de los atenuantes que podrían aplicarme.

El ruido y sus graves consecuencias

Empezaron hace más de un mes…. y no sé cuándo van a acabar. Ese es el primer síntoma, irritabilidad. Y eso que yo sé que mi tortura es finita, antes o después parará, al fin y al cabo esto es un piso y no la Sagrada Familia. Pero, ¿cuánta gente se encuentra con situaciones en las que el fin no está a la vista? Vecinos ruidosos que hablan a gritos a cualquier hora, bares mal insonorizados, terrazas en las que el murmullo se convierte en un mar de chicharras insoportables, vivir al lado de un parque de bomberos y despertar sobresaltado con el ruido de las sirenas día sí y día también, trabajos en los que los decibelios te obligan a hablar con los compañeros a gritos…

Posiblemente haya gente que piense que somos unos alarmistas, después de todo ‘solo es ruido’

Según la Organización Mundial de la Salud, en los países occidentales alrededor de 40% de la población está expuesta al ruido del tráfico con un nivel equivalente de presión sonora que excede los 55 decibelios  durante el día y un 20% están expuestos a más de 65 decibelios. La O.M.S lo ha definido como un asunto de Salud Pública, ya que más del 80% de las personas que viven en las ciudades se encuentran sometidas a niveles superiores de ruido de los que serían recomendables.

No somos conscientes de que el ruido nos provoca estrés y tensión y que esto, mantenido largo tiempo con sus correspondientes reacciones fisiológicas acaba generando graves consecuencias físicas y psíquicas. El ruido, al igual que el estrés tiene dos variables fundamentales, intensidad y duración y cada una de ellas y sus combinaciones acaban provocando distintas y graves consecuencias.

Incluso el ruido más o menos leve si es constante acaba enfermando a quien está sometido a ello. Cuando el estrés se presenta en forma crónica, prolongado en el tiempo, aunque no sea grave ni intenso, exige pequeños ajustes de adaptación permanente y llega a sobrepasar el umbral de resistencia del sujeto por agotamiento. El estrés aumenta la producción de determinadas hormonas (catecolaminas, adrenalina y noradrenalina liberadas por el sistema nervioso simpático; y los glucocorticoides) y el nivel elevado de las mismas acaba, siempre, por causar todo tipo de síntomas y enfermedades.

Ana I. Rodríguez Salegui - Foto: Jesús Umbría

Ana I. Gutiérrez Salegui – Foto: Jesús Umbría

Puerta abierta a bronquitis o neumonía

En un estudio realizado en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid por la Dra. Linares se llegó a la siguiente conclusión: “Los niños que no descansan por dormir en lugares ruidosos (aquellos que superan los 55 decibelios según la Organización Mundial de la Salud) generan una serie de hormonas, como el cortisol, que provocan que el sistema inmunitario se deprima, que bajen sus defensas, dejando así la puerta abierta a enfermedades virales respiratorias como la bronquitis o la neumonía”.

Otro estudio realizado en Londres (2) (3), esta vez con adultos, arrojó las siguientes conclusiones:

“Se han descrito numerosos mecanismos que podrían explicar la asociación entre mortalidad cardiovascular y el ruido. Así, se ha observado que el ruido es capaz de afectar al sistema nervioso autónomo, aumentado la frecuencia cardiaca, la presión arterial y las concentraciones de noradrenalina. Asimismo, el ruido también puede afectar al eje hipotálamo-hipófisis-glándulas suprarrenales, incrementando los niveles de cortisol. Tanto el cortisol como la noradrenalina son 2 hormonas de estrés, que podrían generar un estado inflamatorio de baja intensidad que mantenido en el tiempo, podría incrementar el desarrollo de la enfermedad cardiovascular.

Asimismo, el ruido mantenido de manera crónica genera alteraciones del sueño, que también se ha visto que tienen un impacto sobre la mortalidad. La exposición a largo plazo al ruido del tráfico se asocia con un pequeño incremento de la mortalidad por cualquier causa, y de las hospitalizaciones por ictus, con una tendencia a una mayor mortalidad cardiovascular, cardiopatía isquémica o ictus.

El ruido mantenido de manera crónica genera alteraciones del sueño, que también se ha visto que tienen un impacto sobre la mortalidad

La lista de consecuencias producidas por el ruido es grave y profusa: irritabilidad, agresividad, deterioro de relaciones familiares, trastornos del sueño y estrés, se une la disminución del rendimiento, problemas de atención concentración y memoria, trastornos de ansiedad, depresión, consumo de psicofármacos, así como alteraciones cardiovasculares y metabólicas que se manifiestan con aumentos de presión arterial y problemas del ritmo cardiaco, junto con aumento de los niveles de colesterol y glucosa en sangre.

En el post de hoy sólo hemos echado una mirada superficial a los problemas que puede causar el ruido, bien por intensidad, bien por cronicidad o, como he dicho antes por la combinación de ambas. En la próxima entrega veremos como el ruido te puede volver literalmente loco, bueno… si no me han detenido por lanzar por la ventana el transistor de los albañiles de arriba.

Bibliografía

El ruido de tráfico, un importante problema de salud pública en las grandes ciudades: de la pérdida de audición a causa de riesgo de muerte (1)

  • Aurelio Tobías. Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA). Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Barcelona
  • Julio Díaz. Escuela Nacional de Sanidad. Instituto de Salud Carlos III (ISCIII). Madrid
  • Cristina Linares. Área de epidemiología ambiental y cáncer. Centro Nacional de Epidemiología. Instituto de Salud Carlos III (CSIC). Madrid

Ruido y enfermedad cardiovascular. Noise and cardiovascular disease (2)

  • Escobar. Servicio de Cardiología, Hospital Universitario La Paz, Madrid, España
  • J.A. Divisón. Profesor Facultad de Medicina, Universidad Católica de Murcia (UCAM). Murcia, España. Grupo de Hipertensión Arterial de SEMERGEN.

(3) Halonen JI, Hansell AL, Gulliver J, Morley D, Blangiardo M, Fecht D, et al. Road traffic noise is associated with increased cardiovascular morbidity and mortality and all-cause mortality in London. Eur Heart J. 2015;36:2653-2661.

Psicóloga General Sanitaria. Psicóloga Forense. Profesora del Instituto de Probática e Investigación Criminal. Profesora colaboradora Escuela Internacional de Ciencias de la Salud.

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