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‘Cultura del ruido’, desidia de la administración
La cultura del ruido ha inundado todos los puntos de nuestra geografía y es alentada por la inactividad de la Administración, la cual no sólo ignora los principios de cautela y prevención que han de regir toda la normativa y medioambiental, sino que además no actúa de manera generalizada y contundente contra los incumplimientos constantes de la normativa sobre ruidos.
La cultura del ruido – Asociación de Juristas contra el Ruido’
La ‘cultura del ruido’ es alentada por la desidia e inactividad de las administraciones, e incluso por su proteccionismo
¿Es el ruido un problema de cultura?
Ciertamente, no es tarea fácil definir qué es la cultura, no sólo por la complejidad de sus componentes, sino además por las constantes variables que hoy en día provocan modificaciones en la misma a ritmo de vértigo.
La cultura popular sería “El conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo”
Según la definición de la Real Academia de la Lengua Española la cultura es “El conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.”
La cultura popular sería “El conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo”.
Históricamente, han existido dos conceptos muy diferentes de cultura. De una parte, para las corrientes humanistas clásicas la cultura se correspondería con una visión elitista y espiritual ligada al mundo de las artes, la literatura y las ciencias.
De Cicerón a Lévi-Strauss
Así, Cicerón escribiría que “El corazón se cultiva a través de las artes del ingenio”. La cultura sería refinada, clasista y elitista, producto del esfuerzo de unos pocos.
Posteriormente, Edward.B. Tylor, primer Catedrático de Antropología en la Universidad de Oxford, elaboró un concepto de cultura en su amplio sentido etnográfico definiéndola como “Ese complejo conjunto que incluye el conocimiento, las creencias, las artes, la moral, las costumbres y cualesquiera otras aptitudes y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad”.
El sociólogo canadiense Guy Rocher amplía el concepto de cultura al considerarla “Un conjunto trabado de maneras de pensar, de sentir y de obrar más o menos formalizadas, que, aprendidas y compartidas por una pluralidad de personas, sirven, de un modo objetivo y simbólico a la vez, para constituir a esas personas en una colectividad particular y distinta”.
En esta concepción no elitista, en la que tiene cabida la manera de pensar, sentir y actuar de la gente es donde debemos analizar si el ruido es un problema de cultura
El antropólogo Klyde Kluckhon va más allá en su definición al considerar la cultura “la manera total de vivir de un pueblo”, la cual se manifiesta en las maneras de pensar, de sentir y de actuar.
En esta concepción no elitista, en la que tiene cabida la manera de pensar, sentir y actuar de la gente común y corriente es donde se encuentra el punto de partida en el que debemos analizar si el ruido es un problema de cultura.
El antropólogo Claude Lévi-Strauss cree que hay en la cultura unos sistemas simbólicos, tales como el lenguaje, las reglas matrimoniales, las relaciones económicas, el arte, la ciencia y la religión.
Nueva cultura y problemática del ruido
Esos sistemas son como los hilos conductores que el hombre se ha tejido para poder caminar sin tropezar en una cultura. Serían como el mapa que nos indica los caminos para poder caminar por una determinada sociedad.
Estos códigos de conducta varían de unas culturas a otras. Así, por ejemplo, el altísimo volumen de voz utilizado en nuestro país es considerado grosero e inadmisible en otros países europeos. El silbido de los estadounidenses cuyo sentido es de apoyo a una persona, en nuestro país se considera como un ruido para boicotear.
Con el inicio de la democracia, surge una nueva cultura en nuestro país en la que nacerá el germen de las graves problemáticas de ruido actuales
Analizando históricamente nuestra cultura, en el sentido definido por Kluckhon, es decir, como “la manera total de vivir de un pueblo”, se podría considerar que con el inicio de la democracia, surge una nueva cultura en nuestro país en la que nacerá el germen de las graves problemáticas de ruido actuales.
El fin de 40 años de dictadura abre paso a una manifestación cultural, denominada “la movida”, en la cual el slogan utilizado era “prohibido prohibir”.
Este concepto de libertad sin límite de la voluntad individual se excusa en la teoría de la “compatibilización”, palabra que parece ser la solución mágica al encontronazo de derechos provocados entre los abusadores de derecho que provocan ruido y los receptores del abuso ruidoso.
Derecho a la diversión
Esa nueva ‘cultura’ de los albores de la democracia protege un recién nacido e inventado ‘derecho a la diversión’, equiparándolo a los derechos a la salud, a la intimidad en el hogar, a un medio ambiente adecuado, a la integridad física, considerados por nuestra Constitución como inalienables.
El gran producto cultural del momento es el botellón, cuyos niveles de ruido son suficientemente conocidos por los lectores.
A partir de ese momento, de manera paulatina, sin prisa, pero sin pausa, comenzarán a tejerse las vías económicas y políticas que irán conformando la mal llamada ‘cultura del ruido’ tal como la vivimos hoy en día, la cual se halla alentada por la desidia e inactividad de las administraciones, e incluso por su proteccionismo.
La ‘cultura del ruido’ es alentada por la desidia e inactividad de las administraciones, e incluso por su proteccionismo
Son los propios ayuntamientos quienes más ruido hacen al promover conciertos al aire libre y múltiples actividades ruidosas, en zonas residenciales y hasta altas horas de la noche.
Son los ayuntamientos, en su búsqueda de recaudación de votos, en su interés por distraer al pueblo y en su necesidad de recaudar ingresos de las diversas actividades ruidosas quienes alientan y permiten esta cultura del ruido.
Tampoco hay que olvidar que las grandes entidades (AENA, grupos de hostelería y ocio, etc.) son poderes fácticos que han ido presionando para obtener la aprobación del aumento de los horarios de cierre de los locales, para la agilización de licencias sin control, para la exoneración de sus obligaciones con respecto a la contaminación acústica, etc.
La evolución de la cultura en su vertiente tecnológica, la utilización de potentes equipos de megafonía, la utilización de las aplicaciones de los teléfonos móviles para convocar a las masas, el descubrimiento de que a mayor volumen de música, mayor consumición y mayor permanencia en el local, no son elementos a ignorar.
La vida de la ciudad con la cultura del ruido
Les propongo analizar un caso práctico, así podremos observar cómo ha evolucionado la vida de un vecino cualquiera en una ciudad cualquiera, y cómo han ido aumentando los niveles de ruido que soporta, así como las fuentes emisoras.
Veremos cómo la cultura del ruido, alentada por la inactividad de la Administración, la cual, no sólo ignora los principios de cautela y prevención que han de regir toda la normativa y medioambiental, sino que además no actúa de manera generalizada y contundente contra los incumplimientos constantes de la normativa sobre ruidos, ha inundado todos los puntos de nuestra geografía.
La cultura del ruido lo inunda todo con falta de educación, abuso de derechos y falta de respeto por la legislación vigente y por las normas básicas de convivencia
La cultura del ruido lo inunda todo.
Como elementos integrantes de la misma se encuentran la falta de educación, el abuso de derechos y la falta de respeto por la legislación vigente y por las normas básicas de convivencia, esta cultura negativa se traduce en un maltrato a los afectados por las manifestaciones de la misma.
No toda cultura es positiva y buena, la ablación genital es parte de una cultura, ello no evita que destruya la vida de miles de niñas en Africa.
Pepe ya no duerme
Pepe vive en un apartamento en una ciudad de tamaño mediano. En el local bajo su vivienda Andrés es propietario de un bar. Vecinos y hostelero viven en armonía, el bar abre a las 8 de la mañana y cierra a las 10 de la noche, no tiene ni música, ni tele, ni se consume en la calle.
Todos se respetan y actúan en base a la buena vecindad. Una manzana más abajo hay un parquecito al que Pepe lleva a su hijo de dos años a jugar.
Corren los años ochenta. Un buen día abre una tiendecita de conveniencia a unos metros de casa de Pepe. La tienda abre de noche, vende alcohol, hielos y vasos de plástico, en cuestión de dos semanas son más de cien los jóvenes que acuden a comprar y pasan la noche bebiendo y gritando en el parque.
Pepe ya no duerme. La policía le dice que no puede hacer nada. Cuándo por fin se van los jóvenes entran los camiones de la basura y no hay quién duerma hasta las 7 de la mañana. Pero es sólo los viernes por la noche.
La ‘guerra’ de los bares
A los dos años, la mercería de la esquina desaparece, sustituida por una abacería. La abacería no respeta su licencia, funciona como bar de copas, pone música, permite el consumo en la calle y cierra a las tantas de la madrugada. Durante el día pone mesas en la calle. Pepe sólo tiene el consuelo de que el bar de Andrés sigue respetando su licencia.
Al poco tiempo, Andrés, el dueño del bar situado bajo la casa de Pepe se ve obligado a poner mesas en las aceras, música, y tele. También se ve forzado a cerrar mucho más tarde, si no, no le salen los números. Nadie lo inspecciona y sabe que si lo multan le conviene pagar y seguir incumpliendo.
En la tele se retransmiten los partidos y por whatsapp convocan a los clientes, les encanta gritar ¡gooool¡ en mitad de la acera, y, mientras más alto, mejor
En la tele se retransmiten los partidos y por whatsapp convocan a los clientes, les encanta gritar ¡gooooooooooool¡ en mitad de la acera, y, mientras más alto, mejor.
Además, la noche en que gana el equipo de la ciudad los hinchas la recorren en sus coches hasta las 7 de la mañana pitando como posesos.
El bar de copas, pone la música a todo gas, eso anima al consumo. Además todos saben que la policía no acude a las llamadas por ruido, demasiadas llamadas para muy pocos efectivos.
El ayuntamiento carece de personal para inspecciones nocturnas, y, si los multa, la multa será irrisoria, será como otro impuesto a pagar a fin de obtener buenos beneficios.
Con tanta competencia al bar de Andrés no le salen los números, despide al camarero y pone autoservicio, el cliente pide en la barra y lo llaman por megafonía cuando el pedido está listo, “¡Juan, mesa ocho, pedido listo!”. Ya ha comenzado el siglo XXI.
Y el que más ruido hace, el Ayuntamiento
Durante el día, a Pepe siempre le quedaba el parque, pero ahora el ayuntamiento pone un mercadillo con una verbena y bar “ambigú”. El ayuntamiento es el que más ruido hace porque se exonera a sí mismo de respetar los límites de emisiones en las actividades que él organiza, ya que son ‘circunstancias excepcionales’, a pesar de repetirse cada fin de semana.
Desesperado, con su salud maltrecha, con sus relaciones familiares dañadas, con problemas en su trabajo por la bajada en su rendimiento, Pepe decide mudarse
Desesperado, con su salud maltrecha, con sus relaciones familiares dañadas, con problemas en su trabajo por la bajada en su rendimiento, Pepe decide mudarse, a pesar del daño patrimonial que ello conlleva.
Nadie quiere comprar una casa rodeada de bares y botellón, Pepe se ve obligado a vender muy por debajo del valor al que compró.
Feliz, Pepe se muda a un callejón tranquilo en el casco antiguo, allí está protegido contra el ruido.
Encuentra una casita preciosa, justo frente a la vivienda en la que residió un conocido pintor.
En medio de la ruta turística
La primera noche se acuesta a dormir feliz, al día siguiente, a las 7 de la mañana lo despierta un altavoz, alguien vocifera en inglés interminables explicaciones sobre la vida del famoso pintor y sobre las maravillas del casco antiguo.
Como el balcón de Pepe es muy bonito y tiene flores, los turistas jóvenes se encaraman para hacerse fotos mientras los demás vitorean
Pepe descubre con horror que está en la ruta de los guías turísticos, para colmo hacen hasta pequeñas representaciones teatrales de época en la calle.
Como el balcón de Pepe es muy bonito y tiene flores, los turistas jóvenes se encaraman a él para hacerse fotos mientras los demás los vitorean.
Pepe se consuela pensando que, al menos, la noche será tranquila, sale a dar un paseo a las 9 de la noche, con la fresquita, y casi es atropellado en la puerta de su casa por una maxi bicicleta en la que pedalean desenfrenadamente diez jóvenes vociferantes con enormes jarras de cerveza en sus manos.
Lo que faltaba… despedida de soltero/a
Pepe se ha mudado sin saberlo a la ruta preferida de las despedidas de soltero. Para su estupor, los jóvenes, disfrazados de Pedro Picapiedra (para lo cual no han tenido que esforzarse mucho), se bajan del artilugio infernal para introducirse en la vivienda de la acera contraria a la de nuestro héroe, sólo para reaparecer en la azotea, dónde organizan una mega fiesta a grito pelado y con música a todo gas en el apartamento turístico que han alquilado.
… en la azotea, dónde organizan una mega fiesta a grito pelado y con música a todo gas en el apartamento turístico que han alquilado
Desesperado, Pepe vuelve a mudarse, esta vez no hay problema, sigue en el casco histórico, pero se muda a una zona antigua que tenía locales de artesanía, unos conectados con otros, de una sola planta, está prohibido aumentar las alturas. Esas tiendas cierran a las 8 de la tarde y no se oye una mosca, ni por la noche, ni en fin de semana.
Pepe pasó dos años feliz y en calma, había encontrado el lugar de sus sueños y se sentía seguro sabiendo que la normativa urbanística lo protegía. Pero una mañana comienzan a acudir muchos señores enchaquetados, las casas se han vendido y se van a hacer obras para construir un complejo hotelero. De manera repentina y milagrosa se han permitido tres plantas y la agrupación de las parcelas.
Adiós casas, hola nuevo hotel
Al año el hotel tiene un restaurante con veladores bajo la ventana de Pepe y un restaurante y chill out con música hasta las 3 de la mañana en la azotea. Un gimnasio con maquinaria que provoca ruido de impacto y música ‘tucutúm’ completa los servicios del nuevo hotel.
Todos los políticos vienen a disfrutar de las magníficas instalaciones los fines de semana.
Al año, el hotel tiene un restaurante con veladores bajo la ventana de Pepe y un restaurante y chill out con música hasta las 3 de la mañana en la azotea
Derrotado, Pepe no puede más, se muda de nuevo, esta vez a una urbanización junto al río, en una zona más alejada de la ciudad. Una noche se despierta con ruidos de fiesta, música y megafonía.
Con horror descubre que el ayuntamiento ha puesto un embarcadero, por lo que hay party boats.
Al menos queda el consuelo de la tranquilidad durante el día. Después de todo, los barcos suben y bajan por el río y el ruido es soportable. Pepe pasa dos años contento con su familia en su nueva residencia.
La ciudad de las obras
Un día, Pepe, ve comenzar unas obras del ayuntamiento, los obreros le dicen que están construyendo instalaciones deportivas con pistas de tenis, paddle y campo de fútbol. Durante un año el ruido de taladros y maquinaria es constante de 7 de la mañana a 5 de la tarde, aunque de vez en cuando también trabajan de noche.
Los grupos electrógenos funciona 24 horas al día. A la inauguración viene todos los políticos, hay conciertos con música a todo gas. Las instalaciones frente a casa de Pepe abren de 8 de la mañana a 11 de la noche. El ruido de impacto y de gritos, así como de tráfico es infernal.
El mantenimiento de las instalaciones se hace con sopladoras y maquinaria de limpieza industrial, hasta las 4 de la mañana.
Pepe se consuela pensando que esas fiestas son una vez al año. En la romería le cuentan a Pepe que ha venido un nuevo párroco y que quiere reactivar la Ermita.
Pero no todo es malo para nuestro sufridor, ¡a Pepe le ha tocado la lotería!, se compra una casita en una urbanización cerrada, en el campo. Por fin vive feliz viendo las vaquitas desde su ventana.
Una noche comienza a ver una gran afluencia de público en el campo, el ayuntamiento ha organizado una rally de coches hasta las 5 de la mañana, a beneficio de unas ONG del pueblo.
Al día siguiente la romería comenzará a las 7 con petardos y cohetes. Pepe se consuela pensando que esas fiestas son una vez al año. En la romería le cuentan a Pepe que ha venido un nuevo párroco y que quiere reactivar la Ermita.
¡Que repiquen las campanas!
A los dos meses Pepe es despertado por un repique de campanas proveniente de la Ermita, antes no había. Las campanas son automáticas y con megáfono, para que todos en quinientos metros a la redonda sepan las horas y los cuartos y puedan escuchar los repiques de las misas.
Como todo en la vida tiene una vertiente positiva, al menos, las campanas ayudan a disfrazar el ruido proveniente de los aviones que despegan de la nueva pista del aeropuerto….. Es el año 2007.
El silencio está ligado a los derechos constitucionales fundamentales, a la salud, la integridad física, a un medio ambiente adecuado, a la intimidad en el hogar…
Como Pepe aún conserva algún dinerillo, decide tomarse unas vacaciones con la familia. Se va a una zona de playa muy conocida, sin saber que su hotel está en el centro neurálgico de la zona de vacaciones para estudiantes….., Pepe vuelve de las vacaciones “de los nervios”.
Todos y cada uno de los casos expuestos reflejan situaciones vividas por afectados por el ruido, la relación hecha no es ni remotamente exhaustiva. Tenemos la cultura del ruido, no sólo permitida por las administraciones, sino además ejercida y fomentada por las mismas.
El sistema legislativo nos provee de las armas jurídicas para luchar contra esta lacra de una mal considerada cultura. El silencio es un derecho directamente ligado a los derechos constitucionales fundamentales a la salud, la integridad física, a un medio ambiente adecuado, a la intimidad en el hogar y a la libre elección de domicilio, entre otros-