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Terracitas ‘low cost’, ruidos ‘high level’
¿Terracitas o pseudo botellón? En realidad, es una forma de pseudo botellón, porque su negocio está en el efecto imán para su joven clientela, y se basa en reunir a una multitud al reclamo de lo barato. Y, claro, una terracita trae otra terracita, y luego otra, y al final tenemos montado el botellón en plena calle, desbordada y saturada por la aglomeración de la clientela, con gente de pie alrededor de las mesas, sentados en las aceras, agrupando mesas para unir pandillas.
A quién no le gusta sentarse ahora con la llegada de la primavera en una terracita. Y no digamos cuando en pleno verano ‘aprieta la calor’ y salimos entrada la noche ‘a tomar la fresca’.
Las terrazas siempre han existido en este país de los bares, pero nunca han proliferado tanto como en los últimos años.
Es pseudo botellón, su negocio está en el efecto imán para su joven clientela, reunir a una multitud al reclamo de lo barato
Bares minúsculos, terracitas mayúsculas
Hoy no hay bar sin su terracita. De hecho, el negocio en muchas ocasiones está más en la terraza que en el propio bar. Tanto, que encontramos bares minúsculos con sus terrazas mayúsculas.
Nos encontramos con la aparición del fenómeno de las terrazas low cost, estas que no te puedes explicar que hagan negocio con los precios que tienen.
¿Terracitas o pseudo botellón?
En realidad, es una forma de pseudo botellón, porque su negocio está en el efecto imán para su joven clientela, y se basa en reunir a una multitud al reclamo de lo barato.
Y, claro, una terracita trae otra terracita, y luego otra, y al final tenemos montado el botellón en plena calle, desbordada y saturada por la aglomeración de la clientela, con gente de pie alrededor de las mesas, sentados en las aceras, agrupando mesas para unir pandillas.
La consecuencia es la invasión del ruido en los hogares y la pauperización del barrio por la expropiación de las calles a los peatones
En definitiva, abusando con mucho mas aforo del que están autorizadas y puede soportar el tránsito por la vía publica.
Y, por su puesto, los residentes en esas fincas, que son expulsados de sus viviendas por la degradación de la calidad de vida que les produce tanto ruido tumultuoso.
La consecuencia no solo es la invasión del ruido en los hogares, que los hacen inhabitables, es la de pauperización del barrio por la expropiación de las calles a los peatones que apenas pueden transitar.
Es tener que convivir cada mañana con la basura que genera la muchedumbre, y las mesas y sillas apiladas formando parte de la decoración urbana.
El ‘efecto café’
Los expertos recomiendan que para el confort acústico los niveles de ruido en las terrazas no superen los 55 dB. Hay que tener en cuenta que la aglomeración de clientela juvenil produce inevitablemte el ‘efecto café’.
¿En qué consiste el ‘efecto café’? En tener que alzar la voz para hacerse oír entre las conversaciones de las mesas de al lado, prácticamente pegadas, o por la unión de varias mesas. Esto hace que el nivel acústico supere con facilidad los 80 dB, cuya consecuencia es, sin duda, que se contaminará acústicamente a los vecinos.
La raíz del problema es que los Ayuntamientos están confudiendo las calles con las plazas
La raíz del problema es que los Ayuntamientos están confudiendo las calles con las plazas. y claro está que lo que se puede hacer en una plaza no cabe en las calles por su limitación de espacio, y la cercanía de las viviendas.
Lógicamente, en una plaza se pueden dar varias terrazas y así ha sido tradicionalmente, pero no en las vías públicas, sencillamente no caben.
Por otra parte, los Ayuntamientos están consintiendo que la actividad de las terracitas, que suelen ser varias juntas, cada vez se parezca más a la de los chiringuitos de los parques y jardines, donde no había viviendas aledañas.
La diferencia entre ‘dentro’ y ‘fuera’
A esto, le sumamos que ya no se distingue el dentro o fuera de locales y terrazas con la apertura de los escaparates o ventanales a la calle. Se une el interior y el exterior de la actividad, sumando sus aforos, y ocupando los clientes de pie el espacio que los separa y que está destinado al transito peatonal.
Por tanto, los Ayuntamientos son responsables de los problemas de convivencia que generan las terrazas porque tienen la obligación de prever las consecuencias de su actividad por los aforos que generan, tanto si es una aislada como, si como suele ocurrir, se trata de una acumulación de terrazas colindantes o cercanas, produciendo un efecto perverso al infringir ineludiblemente su propia normativa municipal sobre medio ambiente urbano.
Los Ayuntamientos son responsables de los problemas de convivencia que generan las terrazas
Y son responsables, también, no solo por haber creado esta situación otorgando las licencias de actividad, por falta del deber de previsión, sino además por la falta de control y la debida aplicación de la normativa de ruidos.
Se trata de la culpa in vigilando, al no adecuar de más medios de vigilancia para atender las quejas de los vecinos residentes y obligar a las terrazas a cumplir su aforos, cuidar de los excesos de su propia clientela, (“reservado el derecho de admisión”) e imponer las correspondientes sanciones por infracciones acústicas a los dueños.
Ante esta situación, los ciudadanos afectados pueden reclamar ante los tribunales la responsabilidad de la Administración para que cese la actividad molesta y para que se les resarza por los daños y perjuicios sufridos por su culpa.
Paralelamente, existe una responsabilidad de los dueños de las terrazas dentro del ámbito civil. Están obligados a cuidar que su actividad no produzca inmisiones nocivas y dañinas a sus vecinos, y en este sentido deben responder del comportamiento de su clientela y las consecuencias que ocasiona.
Así unos podrán disfrutar de su cervecita al fresco, y otros de la paz de su hogar. Y todos contentos.