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¿Sabes como se siente una persona que no oye bien?
Cada vez somos más las personas que no oímos bien.
Y la creciente esperanza de vida va a hacer que sigamos en aumento, máxime cuando nuestros jóvenes no están cuidando este importante órgano de los sentidos al que someten a fuertes y continuos ruidos.
Estas razones son las que me han llevado a escribir estas palabras con el deseo de que nos comprendáis y nos ayudéis, porque es probable que en vuestro círculo cercano un padre, un amigo…, tenga problemas para oír.
Al que no oye bien, no le gusta usar la palabra sordo. Sordo es una palabra sin esperanza, nos suena fuerte, desagradable, preferimos fijarnos en lo que podemos oír más que en la deficiencia. Preferimos, ‘personas que no oímos bien’.
Me entristece ver un abuelo en un sillón, aislado, sin participar en conversaciones, ni entender la televisión
Cada vez somos más las personas que no oímos bien.
Y la creciente esperanza de vida va a hacer que sigamos en aumento, máxime cuando nuestros jóvenes no están cuidando este importante órgano de los sentidos al que someten a fuertes y continuos ruidos.
Estas razones son las que me han llevado a escribir estas palabras con el deseo de que nos comprendáis y nos ayudéis, porque es probable que en vuestro círculo cercano un padre, un amigo…, tenga problemas para oír.
Me entristece cuando veo en algunas familias un abuelo relegado en un sillón, aislado, sin participar en conversaciones, ni entender siquiera la televisión… Va por ellos, va por nosotros.
Lugares y situaciones difíciles para las personas que no oyen bien
- Oímos menos a oscuras, pues no vemos la cara y perdemos la lectura labial. Recuerdo como odiaba los veranos cuando mis amigos quedaban por la noche a hablar y a jugar con las chicas, en un rincón oscuro de la piscina, y yo no oía de qué hablaban. Incluso por mi miedo a reconocer mi deficiencia, no me atrevía a preguntar. Y si me decían algo respondía sin saber, metiendo a veces la pata y siendo objeto de burlas.
- Los espacios amplios –iglesias, pabellones– con grandes ventanales también son un impedimento y en ellos oímos peor.
Nos hace mucho daño la máquina de café de los bares, el viento, los motores… Muchos oímos los ruidos, pero no entendemos
- La puerta abierta nos incomoda, es como si se nos escapara el sonido.
- La televisión es un problema, ya que no la oímos. Y somos conscientes de que si subimos el volumen molestamos. Actualmente nos ayudan los subtítulos, pero cuando estos van desacompasados con la información o las escenas televisivas… nos confunden.
- Los lugares con mucho ruido son otra trampa. Nos hace mucho daño la máquina de café de los bares, el viento, los motores… Muchos oímos los ruidos, pero no entendemos.
- Hay veces que oímos tan poco, que no sabemos ni del tema que se habla.
- En ocasiones, no orientamos el sonido. Si se nos llama en un pasillo y estamos en el medio, no sabemos si la voz viene por la derecha o por la izquierda. Lo mismo nos sucede en un espacio abierto. Y cuando preguntamos ‘dónde’ y nos dicen ‘aquí’, nos quedamos igual, pues no sabemos de dónde viene ese ‘aquí’. Nos serviría más un ‘detrás de ti’, ‘a tu izquierda’…
- Los auriculares, incluso a mucha potencia, a veces tampoco los oímos.
A la persona que no oye bien, le duele…
- Nos duele que nos repitan algo varias veces, y cuando nuestro interlocutor ve que no le oímos diga: ‘va, da igual’. Nos quedamos ‘mosqueados’ y a nosotros no nos da igual. Empezamos a especular con los que nos han dicho y no hemos oído.
A una persona que no oye, no le gusta que le griten. Gritar es enfado, y así nos llega
- A una persona que no oye, no le gusta que le griten. Gritar supone enfado, y así nos llega. Nos gusta que nos hablen claro e incluso un poco más alto y mirándonos a la cara.
- Muchas veces no es que tenga mala memoria y me olvide de lo que me dijiste, simplemente no lo oí.
Lo que debemos saber de las personas que no oyen bien
- No oímos mal adrede, no es nuestra culpa, es nuestra deficiencia.
- Se dan muchos malentendidos, porque hay ocasiones en las que solo escuchamos el final de la frase. Podemos entender ‘quiero ir a dar un paseo’ cuando en realidad era ‘no quiero ir a dar un paseo’.
- Y otras veces, solo oímos el principio de la frase, pero no sabemos cómo termina.
En lugar de pegarnos un ‘berrido’, es mejor acercarse a nosotros, tocarnos y, de frente, hablarnos
- En lugar de pegarnos un ‘berrido’, es mejor acercarse a nosotros, tocarnos y, de frente, hablarnos, pero como a personas no como a tontos.
- Se trata de vocalizar y de encontrar el tono adecuado. Sí, exige paciencia, lo sabemos y lo agradecemos.
- Si hay algo importante que debemos saber, asegúrate de que nos hemos enterado.
- Si monopolizamos la conversación es por miedo a perder el control de la misma y no saber de lo que se está hablando.
- Incluso hablando alto, para marcar el tono que para nosotros es adecuado.
- Lo que para los oyentes es un tono normal o alto, para nosotros sigue siendo bajo.
- Algunos tenemos un lado bueno y otro malo, nos sentimos más cómodos cuando nos hablan por el oído bueno.
- El teléfono nos causa inseguridad, pues no sabemos si podremos oír con claridad al interlocutor. Sobre todo si intuimos que la conversación puede ser importante.
El audífono ayuda, pero no es garantía de que se oiga todo. Y si me gritas o hay ruidos fuertes se bloquean
- Nos resulta muy difícil entender la letra de las canciones.
- Si masticamos cosas que suenan, oímos peor (patatas fritas, zanahoria, manzana…)
- El audífono ayuda, pero no es garantía de que se oiga todo. Y si me gritas o hay ruidos fuertes se bloquean.
- Si estoy en el agua no puedo llevar el audífono, y si encima tengo los oídos protegidos por tapones y gorro, entonces ya si que no oigo.
- Para seguir oyendo debo seguir practicando. Si me obvias por ser mayor o porque sea latoso repetir, cada vez me esforzaré menos.
- Si soy adolescente o niño, me puede dar vergüenza llevar audífono, y no me digas que es igual que unas gafas, pues todos sabemos que no lo es. Sencillamente, empatiza conmigo y compréndeme.
- Habrá días y situaciones que incluso oiga menos, por ejemplo, si estoy acatarrado, en un avión, en un puerto de montaña donde se taponan los oídos.
Todo esto produce que nos aislemos y prefiramos no oír a molestar
- En el coche, si abrís las ventanas de atrás, el ruido es raro y no oímos.
- Después de llorar o después de un berrinche, también oigo mal.
- A veces tenemos acúfenos. Son unos ruidos muy molestos dentro del oído, que nos hacen oír incluso peor.
- Cuando se habla a la vez, no oímos. Es como ese subtítulo de la tele que dice ‘hablan a la vez’.
- Todo esto produce que nos aislemos y prefiramos no oír a molestar.
En los colegios tenemos «niños con necesidades educativas especiales». ¿Y quién no las tiene? Que levante la mano
Cómo se nos puede ayudar
- Hablándonos claro, a la cara, mirándonos. Dejando vuestra boca libre, sin taparla con la mano.
- Si algo es muy importante, nos lo podéis escribir.
En los colegios tenemos «niños con necesidades educativas especiales». ¿Y quién no las tiene? Que levante la mano.
Decálogo de ayuda para los que no oímos bien
- Háblanos mirándonos a la cara.
- No cubras tu boca.
- Vocaliza, habla claro. No es ni lento, ni alto, es claro. Hazlo de manera no ofensiva.
- Si nos tienes que repetir las cosas no te enfades.
- No grites. Hablar alto y gritar es diferente.
- Si no te oigo, tócame de manera amable.
- Si suena el teléfono y estamos los dos, cógelo tú.
- Colócate de mi lado bueno, si lo tengo.
- Si tienes que decirme algo importante, busquemos un buen lugar para hablar.
- Mejor de uno en uno.