Elena Rubio, la psicóloga en tus zapatos
Hasta ahora casi siempre hemos hablado sobre la exposición a ruido en la vida personal: vecinos ruidosos, zonas de ocio próximas, aeropuertos… Pero, ¿qué pasa con el ruido en el trabajo? ¿Es menos importante porque es trabajo, y no queda otra?
Tal vez, en muchos casos así lo veamos. Parece que buscamos el silencio y la tranquilidad en nuestros momentos de relax, en casa, a la hora de dormir, de echar la siesta… y sí, desde luego que lo necesitamos. Pero reflexionemos sobre la contaminación acústica a la que estamos expuestos en nuestros lugares de trabajo.
Hay muchos tipos de trabajo, y el ruido está contemplado como un factor de riesgo, que en función del nivel de exposición se puede llegar a convertir en riesgo laboral
Hay muchos tipos de trabajo, y el ruido está contemplado como un factor de riesgo, que en función del nivel de exposición del mismo se puede llegar a convertir en un riesgo laboral.
La exposición al ruido en el trabajo aparece en nuestra normativa, RD 286/2006 sobre la protección de la seguridad y salud de los trabajadores contra los riesgos relacionados con la exposición al ruido.
El hecho de que haya una normativa específica ya nos debe hacer pensar que el riesgo es importante y que se deben adoptar medidas para reducirlo en la medida de lo posible.
La empresa, como organización, tiene la obligación de evaluar el riesgo a partir de los resultados de las mediciones higiénicas (si se ha considerado la posibilidad de existir un riesgo); en función de esas mediciones se deberán tomar todas las acciones debidas para eliminar o reducir el ruido a los trabajadores.
Consecuencias del ruido en el trabajo
¿Por qué es tan importante tomar esas medidas? La exposición a ruido puede conllevar los siguientes riesgos a los trabajadores:
- Pérdida de audición.
- Efectos fisiológicos: Enfermedades cardiovasculares, alteraciones del sistema inmunitario, mareos, dolores de cabeza.
- Reducción de la atención, concentración, descanso y sueño.
- Estados crónicos de nerviosismo y estrés, expresados con sintomatología variada (insomnio, dermatitis, problemas gástricos, caída de pelo, etc.)
- Disminución del rendimiento profesional.
- Accidentes de trabajo por la falta de concentración, agotamiento o incluso por el mero hecho de no poder escuchar sonidos de alarma o similares.
Como podéis ver y alguno recuerde, estos riesgos son casi iguales que los que exponíamos en nuestro artículo El ruido puede cambiar mi vida.
Ya sólo la pérdida de audición, como daño directo, merece una atención prioritaria. En el momento en que una persona pierde capacidad auditiva tiene una serie de daños añadidos, tales como el aislamiento, distanciamiento de seres queridos, posible depresión, etc.
Podemos verlo como un problema aislado, pero si nos fijamos, se trata de un gran entramado. Cuando alguien pierde audición, puede poner en peligro su seguridad en el trabajo, e incluso su propio puesto de trabajo (si desde Vigilancia de la Salud se determina que en el puesto de trabajo que ocupa la persona no puede tener problemas de audición para ejercer sus funciones).
Además, las condiciones pueden empeorar si los daños ocasionados tienen un carácter fisiológico (bajas laborales por problemas cardiovasculares, dolores de cabeza, problemas de estrés, problemas gástricos, etc.). Hay un largo etcétera de efectos secundarios que aparecen con la presencia del invisible ruido, que lejos de pasar desapercibidos, pueden acarrear graves problemas a la salud y a la estabilidad laboral del trabajador, por no hablar de los problemas a medio/largo plazo que una empresa puede tener con bajas de este tipo (descenso de productividad, aparición de enfermedades profesionales, aumento de accidentes laborales, denuncias, inspecciones de trabajo, etc.)
¿Qué debemos hacer?
La empresa, como ya veremos en el siguiente artículo, tiene que adoptar una serie de medidas marcadas por la normativa con el fin de proteger a sus trabajadores y mejorar con ello las condiciones de trabajo (con los beneficios que esto conlleva a la propia empresa).
Los trabajadores, que no tienen potestad para llevar a cabo algunas medidas más organizativas o técnicas, sí deberán, al menos:
- Seguir las instrucciones indicadas por la empresa sobre medidas de protección, descansos, normas de utilización de determinadas máquinas, utilización de los equipos de protección individual, etc.
- Solicitar que se cumplan las medidas preventivas que correspondan en cada puesto, bien recurriendo a los mandos, bien a los representantes de los trabajadores, bien al Comité de Seguridad y Salud o Servicio de Prevención.
- Ser conscientes del tipo de trabajo que se tiene, del nivel de exposición al ruido y de las consecuencias que esto puede conllevar. Así, seremos también más consecuentes con el tipo de vida que llevemos fuera. Si al nivel de ruido del trabajo le añadimos también el alto volumen en los cascos o en la radio del coche, u otros hobbies también ruidosos, tengamos claro que el daño está asegurado.
Normalmente no son situaciones sencillas con fáciles soluciones. Habitualmente hay de por medio medidas muy costosas en las que los trabajadores poco pueden hacer directamente, por eso, mientras se lucha para conseguirlo, cada uno debe hacer todo lo que esté en su mano para permanecer protegido, en su jornada laboral, y fuera de ella.