¿Está en riesgo la estrategia europea contra la contaminación acústica?
Sería sobre el año 1999, cuando me enfrenté por primera vez a los programas de simulación de ruido ambiental. Entonces, su utilización en las consultoras y laboratorios no estaba tan extendida como ahora. En aquella época, las simulaciones se hacían sobre todo en relación a los estudios de impacto acústico, tanto en la industria como en el transporte.
Fue en esa época cuando mucha de la legislación en España empezó a tomarse en serio el ruido, sobre todo intentando compatibilizar usos del suelo. En esa época cualquier suelo era bueno para construir viviendas.
La OMS alerta sobre la contaminación acústica
A pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya había alertado sobre los riesgos de la contaminación acústica, tengo la impresión de que, en ese momento, sólo unos pocos eran conscientes del riesgo para la salud pública que supone este contaminante.
La contaminación acústica se abordaba verdaderamente como un problema de salud pública
Yo desde luego, tan sólo veía el ruido como una fuente de molestia. A lo sumo, era consciente de los riesgos del ruido ambiental para la salud de algunos individuos, y no de la sociedad en su conjunto.
Sin embargo, los avisos de la OMS no cayeron en saco roto, y la Unión Europea se lo tomó en serio. Junto a otras actuaciones, la Directiva de Ruido Ambiental de 2002, ponía la problemática de la contaminación acústica sobre la mesa.
Por primera vez, la contaminación acústica se abordaba verdaderamente como un problema de salud pública, imponiendo la obligación global de diagnosis en Europa.
Mapas estratégicos de ruido
Dado que el ruido aumentaba los riesgos para la salud de las personas, era necesario efectuar un diagnóstico mediante mapas estratégicos de ruido (MER).
A nivel local, los MER debían permitir detectar los puntos calientes, las zonas más ruidosas, para poder priorizar planes de acción orientados a reducir los niveles de ruido.
Pero además, una diagnosis conjunta y global de los datos permitiría abordar acciones estratégicas a nivel europeo, como el establecimiento de límites de emisión a maquinaria, aeronaves o vehículos, o como priorizar los presupuestos de investigación en la materia.
En mi opinión, la estrategia diseñada era bastante acertada y bienintencionada, por lo que los mapas de ruido fueron uno de mis principales intereses de investigación. Como diría mi profesor, Manuel Recuero, primero hacemos la radiografía, y después ponemos la escayola.
Pero, vista con la perspectiva de los años, dicha estrategia presentaba un gran problema, ya que gran parte de la responsabilidad acaba recayendo sobre agentes poco concienciados sobre la problemática y menos comprometidos con la estrategia.
Ayuntamientos y contaminación acústica
Probablemente el caso más complejo es el de los ayuntamientos, que siempre han tenido que lidiar con el problema del ruido, pero, en la mayoría de los casos, con una perspectiva radicalmente distinta.
Al igual que sucede con la población general, es muy corriente encontrar en los consistorios una ausencia de concienciación en materia de contaminación acústica (tanto en los puestos técnicos, como en los cargos políticos), y por este motivo esquivan la gestión del ruido ambiental, sustituyéndola por una gestión de quejas.
Los ciudadanos no damos la voz de alarma y en muchos ayuntamientos la contaminación acústica no se encuentra en el punto de mira
Con mayor o menor fortuna, los ayuntamientos concentran sus esfuerzos en gestionar las agresiones por ruido que llevan asociadas quejas vecinales. Pero la contaminación acústica, con mucha frecuencia, no provoca una respuesta ciudadana adversa, ya que sus efectos permanecen ocultos para la mayor parte de nosotros.
Por ejemplo, un ruido asociado a un susto, puede alterar nuestra frecuencia cardiaca, y nosotros nos damos cuenta rápidamente.
Sin embargo, habitualmente la contaminación acústica provoca cambios menos contundentes, que nos pasan totalmente desapercibidos. Y en este caso, nuestra percepción de los efectos del ruido se limita a una apreciación de desagrado o molestia a la que, lamentablemente, nos hemos acostumbrado.
Damos por hecho que el ruido es inevitable, y que va asociado a nuestra forma de vida. Los ciudadanos no damos la voz de alarma, y, por lo tanto, en muchos ayuntamientos, la contaminación acústica no se encuentra en el punto de mira.
Tramite, dispendio, carga extra de trabajo…
La obligatoriedad de elaborar mapas estratégicos de ruido se percibe a menudo como un trámite, un dispendio o una carga extra de trabajo totalmente innecesaria o ineficaz, con lo que no se destinan los recursos necesarios a esta laboriosa tarea, comprometiendo la calidad de la diagnosis y afectando a la estrategia diseñada por la Unión Europea.
¿Cómo conseguir que las administraciones actúen de oficio frente a la contaminación acústica como ‘hacen’ con la atmosférica?
De hecho, hay muchas ciudades (no sólo en España) que cubren el expediente aplicando metodologías inadecuadas, o que simplemente no atienden a la obligatoriedad de elaborar su MER.
Para poner remedio a esta situación, resulta imprescindible penetrar esta coraza mediante la concienciación, ya que, mientras que esta visión persista en los gestores de la industria del transporte, en los distintos niveles de la administración y en la ciudadanía, no se destinaran los recursos necesarios para que la rueda de gestión diseñada en 2002 empiece a rodar.
¿Cómo podemos vencer esta resistencia? ¿Cómo conseguir que las administraciones actúen de oficio frente a la contaminación acústica como ‘hacen’ en el caso de la contaminación atmosférica?
Inversión, divulgación, concienciación y educación
En primer lugar, considero que es necesario que se realice en España una mayor inversión en investigación sobre los efectos del ruido ambiental, ya que nuestros horarios y hábitos de vida, o la calidad de las construcciones, en relación al clima, varían notablemente con respecto a los existentes en los países que lideran este tipo de investigaciones.
Es necesario que se realice en España una mayor inversión en investigación sobre los efectos del ruido ambiental
Se trata de determinar cómo afecta la contaminación acústica a nuestro bienestar y nuestro descanso, nuestra salud, nuestro rendimiento laboral, o al rendimiento académico de nuestras hijas e hijos…
Esta investigación debe desembocar en una importante tarea de divulgación, con el apoyo de las instituciones y la involucración de los medios de comunicación, para lograr iniciar un proceso de concienciación y educación sobre contaminación acústica, que consiga poner en movimiento el proceso de gestión.
Esta conciencia social sobre el problema debe quedar impregnada en los ciudadanos, con su necesaria involucración, compresión y exigencia para que los distintos agentes se vean obligados a adoptar soluciones estratégicas, a largo plazo, que logren retomar el camino marcado por la Directiva de Ruido Ambiental.
Mientras esto no suceda, se corre el riesgo de originar el movimiento inverso: mapas mediocres que no permiten obtener conclusiones consistentes, provocando cada vez un mayor descreimiento que terminará por poner fin al proceso de gestión iniciado en 2002, sin pena ni gloria.
